lunes, febrero 27, 2006
Tiempo de Carnestolendas
A. La expulsión
Pedreas más o menos galantes, arrojar huevos, harina, salvado, naranjas, peladillas... mantear peleles, perros... jeringazos
Insultos, injurias y procacidades lingüísticas
B. La inversión
Enmascararse, cambio de sexo, cambio de rango
Parodias, burlas sátiras de los oficios sagrados, culturales y políticos
C. El riesgo
Juegos de la olla y similares
Trabalenguas, juramentos
D. Desvelamiento y persecución de males
Ruidos, violencias y ensañamientos
Publicar hechos escandalosos celados por el secreto
E. El descoyuntamiento
Corporal (batalla, juerga), culinario, romper o poner las cosas fuera de su sitio (colgar carros de los árboles...)
Juegos lingüísticos, antífrasis...
F. La degradación
De jerarquías, cultos, géneros e instituciones
Vulgarizaciones y groserías
[J. A. González Sainz, LIBERACIÓN, 10-2-85]
Es tiempo de carnaval, antruejo o carnestolendas. En Castilla, escribe Julio Caro Baroja, el Carnaval propiamente dicho comenzaba con el jueves gordo de Quincuagésima, o el período de diez días que precede a la Cuaresma cristiana, continuaba en el domingo, lunes y martes de carnaval y concluía el miercoles de ceniza. Pero en épocas pasadas la delimitación carnavalesca era más imprecisa. Numerosos testimonios lo sitúan inmediatamente después de las celebraciones del solsticio de invierno o de la Navidad. Algunos rituales que siguen celebrándose en Castilla a comienzos del año nuevo tienen un indudable carácter carnavalesco, como el zangarrón de Montamarta (Zamora). El hecho de que cada vez se circunscriba más estrechamente la celebración del carnaval en el calendario da una idea de cómo la cultura popular ha ido cediendo en favor del «aburguesamiento» de la fiesta, como el propio Caro Baroja reconoce.
Las especificidades del carnaval castellano se pueden concretar en dos: por un lado nos encontramos con numerosos ritos de mascaradas –los zangarrones, zaharrones, birrios, guirrios o botargas–, en los que se conjura el mal, se entroniza la locura y se subvierte el orden establecido. Por otro lado, es característico de muchos pueblos de Castilla que se corran animales emblemáticos y sobre todo estos dos: el gallo y el toro. Ambos representan en el imaginario colectivo valores simbólicos como la fertilidad, la pureza o la fuerza y solían sacrificarse en rituales de transición a la mocedad (o ritos de quintos) e, incluso, en ceremonias realizadas por mujeres (como los gallos de San Vicente en Tordesillas). Los carnavales táuricos por excelencia son los de Ciudad Rodrigo, que han logrado adaptarse a los tiempos y hoy forman parte de la oferta turística y mercantil que se realiza en estas fechas. Pero debe señalarse la importancia ritual y simbólica de otros actos festivos: las vaquillas simuladas que los mozos de Abéjar (Soria) y de Los Molinos (Madrid) corrían y sacrificaban de un tiro de escopeta para después beber su sangre. En estas fiestas de mocedad, dos de los protagonistas se disfrazaban de toro y eran corridos por la comunidad hasta darles muerte. Entonces el vino fluía de un pellejo oculto y era bebido por todos los participantes.
Hace tiempo que el carnaval perdió una buena parte de su poder simbólico y transgresor. La sociedad modernizada y racionalizada ha ido arrinconando las manifestaciones de lo popular, o encarrilándolas hacia su institucionalización en la estructura, debilitando su carácter liminal o de communitas. En los siglos XV y XVI, señala M. Bajtin, el carnaval era vivido por todo el pueblo, carecía de fronteras espaciales y poseía un carácter universal; trazaba, pues, un espacio caótico, borrando transitoriamente las huellas de la ciudad como espacio vigilado y ordenado.
El tiempo carnavalesco se vive como un lúdico juego de oposiciones; por un lado se enfrenta a la Cuaresma, donde hay que observar la continencia en el comer, en el beber y en la práctica sexual; por otro lado, el carnaval se opone a la vida cotidiana, regida por la ley y el orden. Por eso las carnestolendas se caracterizan por ser días de mucha comida, mucha bebida, no poco sexo y por escenificar, con todos sus matices, "el mundo al revés".
Se ha afirmado repetidas veces que la inversión ritual propiciada por el carnaval es necesaria para mantener el orden social durante el resto del año. Julio Caro Baroja sostiene que en los ritos carnavalescos una crisis momentánea del mando y una subversión del orden es conveniente para la sociedad.
La crisis es buena porque durante ella se expulsa toda debilidad o flaqueza que la autoridad permanente pudiera tener. Al ser los niños, los esclavos, los débiles, los que usan de la autoridad para pequeñas futesas, se asegura que cuando la empleen los libres, los fuertes, los letrados, lo harán con la máxima eficacia.
Más allá va el sociólogo Enrique Gil Calvo, cuando afirma que el comportamiento expresivo manifestado en las fiestas es compatible con el comportamiento instrumental característico de la vida cotidiana y que ambos contribuyen al mantenimiento del orden y la estructura sociales.
Pero cabe pensar, también, en términos entrópicos y sugerir que el desorden del carnaval es un ejemplo de que las sociedades no son perfectas y que están permanentemente bajo la amenaza de su propia destrucción. Orden y desorden se oponen en los momentos de efervescencia colectiva. La desigualdad y la coacción son elementos del orden; la igualdad y la libertad forman parte de las manifestaciones del desorden. En la fiesta lo sagrado se vuelve subversivo y el mundo se pone cabeza abajo. El caos es irreductible. En el tiempo carnavalesco la multitud se entrega al desenfreno lúdico, se abre a las críticas y a los excesos; el disfraz y la máscara hacen de la inversión su juego preferido: el pobre se transforma en rico, el ateo se hace obispo y el loco es un cuerdo gobernante. Como dice el insigne antropólogo Julio Caro Baroja,
romper el orden social, violentar el cuerpo, abandonar la propia personalidad equilibrada y hundirse en una especie de subconsciente colectivo. ¿Hay algo más dionisíaco en esencia?.
Y es que la lógica dionisíaca del comportamiento carnavalesco no tiene nada que ver con la forma apolínea que rige el comportamiento de los individuos racionalizados y jerarquizados.
Iremos más allá para defender el Carnaval como un terreno abonado a la socialidad, donde los grupos humanos están formados por personas (recordar, mascara en latín es persona) vinculadas empáticamente y que desempeñan un rol que libremente eligen. Lo social, por el contrario, se aferra a la economía política racional, que asigna a los individuos unas funciones contractuales de acuerdo con la división del trabajo. El carnaval se nos presenta entonces como un ejercicio de la soberanía popular, donde el imaginario colectivo, temporalmente, juega un papel como estructurante social. Se establecen redes de relaciones caracterizadas por un sentimiento de pertenencia, una ética específica y una red de comunicación, y se amplía notablemente la circulación de palabras, de objetos y de sexo, los tres ejes articuladores, en general, de la vida social.
Fuente:http://www.arrakis.es/~jomperez/carnaval.htm
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Bueno, el asunto es divertirse, ¿no?. Pues habrá que hacerlo con o sin teorías, jajaja.
ResponderEliminarYo es que debo estar muy mayor para esto de los carnavales, no sé, sólo pensar en la pereza de buscarme un disfraz, y en tener que estar feliz porque si, porque toca... no me apetece mucho (pero ojo, tu teoría muy buena eh, casi me entraron ganas).
ResponderEliminarEstoy con D...
ResponderEliminarTe dejo un saludo!!!
A mi me encanta el carnaval!!!Y disfrazarme!!!!Pero para disfrazarme no es necesario que sea precisamente carnaval,de cualquier ocasión hacemos un carnaval!!!
ResponderEliminarEn mi pueblecito el carnaval aún no terminó, queda lo mejor... Piñata!!!
ResponderEliminarSi alguien se anima...
Pues estoy de acuerdo con todos vosotros.
ResponderEliminar¡Qué viva el carnaval!!!
P.D: Por cierto pedrajas, hace días que no puedo entrar en tu página. :(
Espero que se solucionen pronto los problemas que hay en los blogs
sii el carnaval! es genial! me encanta disfrazarme.... a veces me invento fiestas como excusa para disfrazarse jejej
ResponderEliminarbesos!
me encanta el carnaval ..aunque aqui nadie se disfraza ni nada...el carnaval pasa por los desfiles, tambores , candombe.... y mucha murga....
ResponderEliminarexcelente pesquisa sobre el carnaval, es un tema que tambien me fascina
ResponderEliminarbeijos, amiga...
Hay una fiesta!!!
ResponderEliminarVente a bailar!!!!
Quiero que vuelvas mi niña ;)
ResponderEliminarmartita..pasaba para desearte un feliz dia de la mujer...hice un pequeño regalito para ti en mi blog
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